lunes, 16 de noviembre de 2009

Gabriela Wiener - ¡Alguien tenía que pinchar el globo!


Los que dejamos algo más que energía en este camino de avanzar por lo literario tendemos a obsesionarnos con la pureza. Asimilamos conceptos elevados, interiorizamos lecturas, referencias metaliterarias y estudiamos formas de despertar emociones que nos van volviendo cada vez más técnicos, quizás algo más sabios, pero sobre todo nos convierten en seres más "exclusivos". Pongo la palabreja así, entre comillas, para evidenciar la connotación negativa del término -soy incapaz de encontrarle una aplicación positiva-.

En la vorágine de este proceso nos olvidamos de la primera lección que se da en cualquier taller literario: tenemos que aprender todas las reglas para luego poder no usarlas. Digamos que, después de oír esa afirmación, nos enfrascamos en el camino de ida -el aprendizaje- y ya no damos nunca marcha atrás.

Y en eso estaba yo cuando apareció, el pasado martes en el marco de los Encuentros Literarios 2009, la escritora peruana Gabriela Wiener. Parece que venía de pasada, pero su visita se convirtió en un acontecimiento imprescindible para darme una lección de naturalidad y devolverme los pies al suelo. Ya intuía yo que escribir literatura no es como fabricar un ordenador, que los artificios literarios no son quienes garantizan el éxito sino otros elementos más efectivos como, por ejemplo, el sentido común. Pero alguien debía recordarlo de forma contundente.

Y lo mejor es que ese toque de atención fue del todo inesperado.

La peruana es considerada en la actualidad una de las principales representantes del denominado periodismo Gonzo -si os apetece, mirad aquí, en la wikipedia, lo que significa el término-. Ella no se posiciona exactamente dentro de este género, y habla más de "periodismo de inmersión". Quizás, y a modo de definición un tanto sui generis pero bien traída, nos debamos quedar con sus palabras: "Yo sería una empírica: la experiencia es mi método para llegar al conocimiento". Sus dos libros son, hasta el momento, Sexografías y Nueve lunas.

En principio, para alguien que se encuentra en ese camino ascendente que comentaba al principio, la charla de esta autora no era algo especialmente atractivo. Fui a escuchar a una persona que habla de sí misma -vamos, que no construye un yo narrativo cargado de aristas-, que deja de lado los grandes conceptos intelectuales -no plantea situaciones morales de forma especialmente novedosa-, que busca la sencillez y la naturalidad -o sea, que no engola sus narraciones con un explícito conocimiento metaliterario-; vamos, fui a ver a una autora que no entraba dentro de los preceptos literarios elevados en los que pretendía moverme.

Y qué bien, oye, porque me encontré con uno de los aterrizajes más enriquecedores y necesarios que he tenido. Como me siento incapaz de elaborar un ensayo sobre todo lo que se comentó en la charla, y además no quiero matar a nadie con mis digresiones, dejo constancia resumida de los principales puntos en los que se movió la conferencia:

Naturalidad
Para mí, la gran lección que aportó la Wiener. "El lenguaje está trabajado, pero intento limpiarlo lo más posible de la contaminación libresca". ¡Contaminación! ¿Será atrevida, llamar contaminación a los artificios literarios? Sí, es atrevida.

Técnica
La pregunta fue tal que así -la hice yo, pero la resumo, porque me casqué un coñazo que no se merece ningún lector-: "Has intentado acercar el yo literario al yo real, pero ¿realmente crees que es posible conseguirlo?" Y ella sonrió, tosió -estaba acatarrada- y dijo: "Bueno, intento ser honrada". Todas las intenciones elevadas de la pregunta desmontadas. Ahí es donde pensé: coño, es verdad, la literatura se puede basar en la honradez, en la buena voluntad y no sólo en ideas puristas. "El desafío es no caer en la tentación de escribirme mejor de lo que soy", apostilló la Wiener. Por si parecía que no se había dado cuenta de los riesgos.

Periodismo
Es bueno que sea periodista, porque cada vez que frenaba su discurso dos segundos para pensar qué decir, soltaba un titular. Tal que así: "Uso el periodismo como excusa para realizar cosas que quería hacer". Gabriela Wiener ha follado con Nacho Vidal, ha tenido experiencias místicas con la Ayahuasca y se ha ido con su pareja a un club de intercambios, todo ello para conseguir el material con el que escribió su primer libro.

Riesgo
"Mis narraciones se nutren mucho del miedo", explicó -otro titular-. Pese a ello, respondió rápido a la pregunta en la que le comparaban con un corresponsal de guerra: "No puedo hacer un drama con mis riesgos, al final estoy haciendo cosas que quiero hacer, que me producen curiosidad".

Sexo
No podía faltar esta cuestión cuando hablamos de una escritora que ha titulado a su primer libro Sexografías. "No soy especialista en sexo: si hay un enganche entre el lector y yo es que somos personas corrientes".

Eso, personas corrientes.

Que no se me olvide.

5 comentarios:

  1. Vaya por delante que no he leído sus textos y que me largué unos minutos antes de que acabara su charla por un compromiso.
    Creo que se dijeron cosas interesantes y otras menos.
    De entrada, eso de vivir experiencias para luego escribirlas tiene un no sé qué de impostura. Aunque si lo clasificamos como periodismo, es válido. Nota bene, los escritores que escriben de lo no vivido (novela histórica, ciencia ficción, ...)no son impostores ya que hacen un ejercicio artístico, no periodístico.
    En el lado positivo, la frescura de la experiencia y la honradez con que lo expuso. Ahora bien, ¿habría vivido esas experiencia si no fuera para escribirlas después? ¿Le quita valor? ¿Es triste usar el periodismo pra hacer lo que deseas hacer?

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  2. Yo no voy a entrar en lo de si hay que que vivir las experiencias hasta ese punto para describirlas, o no.
    Pero sí me ha gustado lo de ser honrado cuando se escribe, algo muy fácil de declarar y muy difícil de cumplir, creo yo.
    Lo de la "contaminación libresca", no sé si irá por ahí, pero a mí me ha recordado a algunos concursos de cuentos de aficionados, etc.. en los que me da cierta impresión de que el autor ha cargado un poco las tintas en el lenguaje, en los recursos estilísticos.

    Supongo que un autor primerizo puede tener esa tentación de ser "demasiado literario", y después, con la experiencia, ir simplificando la forma.

    (como yo, que me he perdido un poco en este comentario)

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  3. No creo que nadie escape de "contar" siquiera inconscientemente sus propias experiencias. Podrá hacer novela histórica, o de ficción, pero siempre se le cuela a uno su percepción de las relaciones humanas, valores, etc. Y ¿qué decir del periodismo? ¿Alguien puede creer todavía que existe alguna imparcialidad? Yo abogo por la consciencia.

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  4. Vaya, resulta interesante este debate. Sobre lo de la contaminación libresca, a veces se valora más el lenguaje alambicado y lleno de artificios que el más sencillo y limpio (que resulta mucho más dificil de conseguir de lo que la gente cree).
    En cuanto a la necesidad de haber experimentado para poder escribir sobre ello, Almudena Grandes en un libro en que diversos autores españoles hablaban sobre su escritura (no recuerdo el nombre aunque me maten) decía que había escrito Las edades de Lulú precisamente porque su juventud había sido lo opuesto a lo que en el libro se cuenta.
    Y para Ana Jaka, acabo de terminar un libro estupendo que se titula Tras las lineas. Sobre la lectura contemporanea que trata precisamente sobre eso; quizás te interese.

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  5. Periodismo Gonzo existe? si se le qita objetividad a una noticia y el periodista pasa por encima de esta existe periodista?

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