miércoles, 3 de marzo de 2010

Jorge Carrión - La máquina del cuento (y III)


Desnudo recostado. François Boucher.
Muchísimas gracias a todos por la respuesta a aquella entrada. Me habéis dejado realmente sorprendido porque pensé que nadie se tomaría la molestia de entrar en el blog, leer el relato, pensarlo y redactar después una respuesta. Así pues, con mi mayor sonrisa, agradezco a Julio Querol, Ana, Miguel Baquero, Iñigo Fernández, Luis Tarrafeta, Teresa, Anónimo Antonio y Loquemeahorro su esfuerzo y ayuda para sacar adelante este pretencioso experimento bloguero.

También agradezco a Cristina Vidart, que por otra vía me hizo llegar la imagen de Boucher a la que parece que se refiere Julio Cortázar en su relato, la misma que encabeza esta entrada.

Pero basta de cariños, que me embalo y acabo revelando quiénes son los que no han comentado más que bajo las más crueles amenazas.

Recapitulo, para los más despistados y los que hayáis olvidado en qué consistía el experimento.

La prueba se enmarca en el ciclo de entradas sobre el taller de literatura al que acudí el pasado mes de diciembre. En él, Jordi Carrion desveló una de las claves que aseguran la permanencia de la literatura: la multiplicidad de significados del mismo mensaje. O sea, que una cosa es lo que se escribe y otra lo que se sugiere. Algo tan sencillo de exponer provocó tal cataclismo en mi intelecto -si es que fueran compatibles las palabras intelecto y Zeberio- que me mantuvo en dique seco durante una temporada. Creo que va pasando la sequía, más vale.

La prueba, que me enrollo y al final no lo cuento, consistía en leer el relato de Julio Cortázar, Las líneas de la mano, e intentar encontrar las pistas que nos llevaran a una segunda historia sumergida tras la principal.

Lo repongo para los que no lo conozcáis:


"De una carta tirada sobre la mesa sale una línea que corre por la plancha de pino y baja por una pata. Basta mirar bien para descubrir que la línea continúa por el piso de parqué, remonta el muro, entra en una lámina que reproduce un cuadro de Boucher, dibuja la espalda de una mujer reclinada en un diván, y por fin escapa de la habitación por el techo y desciende en la cadena del pararrayos hasta la calle. Ahí es difícil seguirla a causa del tránsito pero con atención se la verá subir por la rueda del autobús estacionado en la esquina y que lleva al puerto. Allí baja por la media de nilón cristal de la pasajera más rubia, entra en el territorio hostil de las aduanas, rampa y repta y zigzaguea hasta el muelle mayor, y allí (pero es difícil verla, sólo las ratas la siguen para trepar a bordo) sube al barco de turbinas sonoras, corre por las planchas de la cubierta de primera clase, salva con dificultad la escotilla mayor, y en una cabina donde un hombre triste bebe coñac y escucha la sirena de partida, remonta por la costura del pantalón, por el chaleco de punto, se desliza hasta el codo, y con un último esfuerzo se guarece en la palma de la mano derecha, que en ese instante empieza a cerrarse sobre la culata de una pistola."
Quedamos en que el mensaje era uno solo: el recorrido de una línea que empieza en una carta, pasa por diferentes escenarios -las pistas que conectan las dos historias- y termina cerrándose sobre una pistola. A partir de aquí, cada cual era libre de plantearse significados secundarios.

Como comenté, no hay nada que me parezca casual en el relato de Cortázar. Si, además, Jordi Carrion tenía razón, y yo así lo creo, todos los datos que aparecen son pistas que comunican la historia que aparece en primer plano -el ejercicio de estilo sobre el recorrido de una línea- con una narración sumergida que es la que realmente se nos pretende referir.

Y para empezar voy a comprar boletos para un tortazo y contar mi interpretación del relato.

Las claves me sugieren un recorrido que se va tornando más errático conforme avanza la narración. Comienza con una carta. Hay dos mujeres relatadas, lo que nos puede sugerir un lío de faldas. La primera está al lado de un cuadro de Boucher -o pintada en él- y la segunda es la más rubia. Empiezo a pensar en una casa de nivel adquisitivo o cultural alto, pues no me imagino en los suburbios un cuadro de este tipo. Vamos, una buena mansión. Conforme avanza la historia aparecen otros elementos: el alcohol, un hombre triste que bebe y un lugar lleno de ratas en los bajos fondos de la ciudad. Al final, una pistola.

Interpreto. El relato nos narra la decadencia de un hombre acomodado que, por sus propios errores, se ve abocado a una vida que zigzaguea: líos con una rubia -con medias de nilon cristal, ojo-, adicción al alcohol, mala vida por los bajos fondos... ¿Podría ser esta la historia que está escrita en la carta, la misma que lee la mujer del diván mientras su marido se suicida? No seré yo quien se atreva a decir que es la interpretación buena, pero por lo menos cabe en el relato.

Los comentaristas hicieron otras muy interesantes, algunas diferentes, aunque con bastantes puntos en común con la mía. Todas ellas, por supuesto, son igual de válidas y posibles pues respetan las pistas que nos dejó Cortázar y se diversifican gracias a la ambigüedad con que sujeta el relato.

¿Nos cabe, bajo estas premisas, la interpretación de Íñigo Fernández donde expone que es el recorrido de un suicida entre que escribe la carta y se pega el tiro? Coincide en lo básico con la mía, aunque él piensa que lo que se narra es el último día del suicida, no la historia de su vida.

¿O bien alguna de las de Ana, que encuentra interpretaciones simbolistas al relato, pero también nos habla de la línea como el hilo que une el deseo con la realidad? Es interesante esa interpretación, que yo no había sospechado, pero veo que también cabe entre las pistas que deja Cortázar. Luis Tarrafeta, además, aporta más enjundia a esta idea con su concepto de “conexiones”.

¿Y las múltiples interpretaciones de Loquemeahorro? La primera es muy original, me encanta: la carta no es de un suicida, sino de su mujer avisándole de que se ha enamorado de otro, por eso se suicida. O bien la carta es una llamada de atención de un suicida para que le pillen antes de ejecutarse. Son todas ellas, como la que realiza Teresa, interpretaciones que caben perfectamente en el relato de Cortázar.

El anónimo Antonio, quizás por prudencia, se limita a destacar las pistas que encuentra, pero no cierra una interpretación única al texto. Bien extraídas las claves, pero... ¡había que mojarse, Antonio!

Además, me alegro de que haya habido voces contrarias a la tesis que defiendo. Puede ser, efectivamente, que en este relato los escenarios que recorren la línea sean lugares aleatorios elegidos sólo por su contribución a la sonoridad poética del texto, o para crear una atmósfera determinada pero sin intención de narrar nada. Pese a que mantengo mi opinión de que todo lo que Cortázar relata está ahí por algo, dejo abierta una puerta a estas opiniones. ¿Y si no hubiera nada intencional en el texto? ¿ y si el autor se hubiera limitado a utilizar las palabras y conceptos porque sí? Julio Querol, entre los que así opinan, defiende que se trata de un relato irreal y enigmático. Miguel Baquero, más contundente, lo define como un ejercicio de estilo, un artificio que tiene valor en sí mismo por su belleza.

En fin, creo que un lector aficionado como Zeberio Zato enseñe a leer a la gente es tan pretencioso como ridículo. Por supuesto, no se trata de una intención de sentar cátedra, sino de divulgar un taller al que tuve la suerte de asistir y que me dejó un gratísimo sabor de boca. Espero haber podido trasladar algo de lo que allí aprendí.

Más del mismo tema:
- La máquina del cuento (I)
- La máquina del cuento (II)

Ahora, mis disculpas por la tardanza de casi un mes en publicar este post. Pese a amenazas e insistencias, he tardado lo indecible en decidirme a lanzar una entrada que estaba prometida para mucho antes. No utilizaré como excusa el hecho de haber tenido mucho trabajo, ni mucha vida personal, ni muchos otros acontecimientos literarios que me han obligado a demorarme en exceso. Así, pues, me autoflagelo, sin compasión, desde este blog para escarnio público que satisfaga a los comentaristas que no llevan bien las esperas.

4 comentarios:

  1. JOder, es verdad, las aduanas son siempre territorio Hostil.

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  2. Creo que en una de mis muchas versiones, el de la pistola pensaba matar a la mujer y todo (estaba "desatada")
    Me ha gustado mucho el juego, lo he pasado realmente bien.

    Tu relato está muy bien y tiene lo que supongo debe tener todo microrrelato: Ironía y una vuelta de tuerca final, que haga que se cierre de alguna manera una historia brevísima.

    Es decir unas pocas frases pero con mucho significado.

    Admiro mucho a los que tenéis imaginación y podéis crear una historia. A mí no se me ocurre absolutamente nada.

    Lo que no entiendo es lo de las medias de charol ¿de verdad existen medias de charol? Lo pregunto en serio, es que soy muy paleta.

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  3. Muy bueno, muy bueno. Te digo de verdad que al principio, segun leía, estaba pensando que era como muy relamido, decimononico incluso. Luego pensaba que se estaba viendo venir el final, que era como un canto a la belleza de la mujer y que se iba a acabar llevándosela al trastero... Y de repente, el final me ha descolocado todo, ha vuelto el relato moderno (incluso una burla del estilo antiguo) e incluso me ha dado como un capón por adelantarme a los acontecimientos.

    Un sobresaliente. Cum laude.

    La única pega, como dicen más arriba, es lo de las medias de charol. Imagino que habrás querido decir de seda. De charol, que yo sepa, son los zapatos, o las botas.

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  4. Tu relato me ha gustado mucho!! al principio casi podia oler una polvorienta y rancia merceria de madrid; luego con lo del charol me imagine algo mas retorcido que una merceria, pero me seguia oliendo igual. El final no me lo olia para nada. Muy bien! escribe mas, anda.

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