Un buzo en realidad no nada precisamente en el mar o no en todo el mar, sino en uno de cinco milímetros de profundidad perfectamente acoplado al volumen de su cuerpo. La inmensidad es una fantasía que es mejor visitar desde un Yo herméticamente cerrado que trata de llevar con dignidad su nombre."
El arquero inmóvil (VV.AA.)
Álvaro Enrigue
Álvaro Enrigue
Desde que oí hablar de la teoría del neopreno ya no pienso en historias y narraciones. Incluso las librerías han cambiado. Ahora son lugares llenos de trajes de buzo de otras personas, disfraces que me puedo llevar puestos para cambiar de sentimientos, de principios y forma de ser. Y luego comprobar los resultados.
Hay personas que me preguntan: ¿Por qué lees? No es porque me aporte conocimientos nuevos, ni porque teorice sobre aspectos más o menos interesantes. Que también, pero para eso están de manera más específica los manuales. Si me gusta la literatura es porque me permite convertirme en otras personas, conocer qué se siente dentro de su neopreno, cómo son esos cinco milímetros de realidad que filtran; más allá aún, deslizarme como ellos lo hacen por el océano y, si aún quedan fuerzas, tratar de comprender el resto del mundo que nos rodea sin tocarnos.
Muchas veces, casi todas, me sorprendo metido en un neopreno que no es el mío, actuando de formas contrarias a mi forma de ser y pensar. Entonces es cuando mis principios intentan frenar esa locura e imponerse sobre los que me están rigiendo allí dentro. Pero no puedo ver ese mar sin el traje de buzo que lo filtra, y la curiosidad es más fuerte que las reglas. Por eso la lucha no surte efecto y me toca seguir haciendo lo que allí está escrito. El resultado de esta inmersión es que mi propio neopreno se ensancha ligeramente, y poco a poco se vuelve flexible.
Fui un necio en el neopreno de Ignatius Reilly, un snob en el de Dorian Gray, un loco sin fundamento en el de Dean Moriarty, un atormentado en Botchan, un dictador en La fiesta del chivo, insensible en El extranjero, fugitivo en La invención de Morel, fui judío con Philip Roth y cristiano poco convencido con Unamuno, pillo con Quevedo y drogadicto con Ray Loriga.
Así, un día veo que comprendo a muchas personas que lo hacen todo mal. O a aquellas a quienes, por el contrario, todo les sale bien. Porque yo he sido alguna vez como ellos, he vestido su traje de buzo y filtrado sus cinco milímetros de agua. Es más, después de tantas inmersiones me siento capaz de comprenderme un poquito mejor a mí mismo, tanto cuando hago todo mal como cuando ocurre lo contrario. Que después de tanto cambiar de neopreno, el mío, el que venía con el molde original, se va haciendo cada vez más espacioso y confortable.
Hay personas que me preguntan: ¿Por qué lees? No es porque me aporte conocimientos nuevos, ni porque teorice sobre aspectos más o menos interesantes. Que también, pero para eso están de manera más específica los manuales. Si me gusta la literatura es porque me permite convertirme en otras personas, conocer qué se siente dentro de su neopreno, cómo son esos cinco milímetros de realidad que filtran; más allá aún, deslizarme como ellos lo hacen por el océano y, si aún quedan fuerzas, tratar de comprender el resto del mundo que nos rodea sin tocarnos.
Muchas veces, casi todas, me sorprendo metido en un neopreno que no es el mío, actuando de formas contrarias a mi forma de ser y pensar. Entonces es cuando mis principios intentan frenar esa locura e imponerse sobre los que me están rigiendo allí dentro. Pero no puedo ver ese mar sin el traje de buzo que lo filtra, y la curiosidad es más fuerte que las reglas. Por eso la lucha no surte efecto y me toca seguir haciendo lo que allí está escrito. El resultado de esta inmersión es que mi propio neopreno se ensancha ligeramente, y poco a poco se vuelve flexible.
Fui un necio en el neopreno de Ignatius Reilly, un snob en el de Dorian Gray, un loco sin fundamento en el de Dean Moriarty, un atormentado en Botchan, un dictador en La fiesta del chivo, insensible en El extranjero, fugitivo en La invención de Morel, fui judío con Philip Roth y cristiano poco convencido con Unamuno, pillo con Quevedo y drogadicto con Ray Loriga.
Así, un día veo que comprendo a muchas personas que lo hacen todo mal. O a aquellas a quienes, por el contrario, todo les sale bien. Porque yo he sido alguna vez como ellos, he vestido su traje de buzo y filtrado sus cinco milímetros de agua. Es más, después de tantas inmersiones me siento capaz de comprenderme un poquito mejor a mí mismo, tanto cuando hago todo mal como cuando ocurre lo contrario. Que después de tanto cambiar de neopreno, el mío, el que venía con el molde original, se va haciendo cada vez más espacioso y confortable.
* Otra cita, esta de Siete maneras de decir manzana, libro didáctico sobre poesía escrito por Benjamín Prado:
"El lector de Homero no sólo lee la Odisea, también es Ulises, también lucha contra los cíclopes, conoce Ítaca y el palacio de Circe, la cueva de Calipso y el país de los Lotófagos, atraca en la isla Eolia y escucha cantar a las sirenas. Las personas que leen no tienen límites; las que no leen son nada más que ellas mismas."
** Ilustración del buzo de Elisa Arguilé, robada de aquí.
Ese lector siempre quiere ser Ulises.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con todo lo que dices. Actualmente yo soy una joven damisela enfundada en un traje de paje haciéndose pasar por un varón y huyendo de mi más que probable, muerte.
ResponderEliminarMe encanta leer, me encanta vivir en otras épocas, otras culturas y otros mundos.
Gracias por este post Zeberio.
¡Me encantan los dibujos de Elisa Arguilé!!! Hay un libro de Daniel Nesquens, que se titula Mi familia, ilustrado por ella que es buenísimo.
ResponderEliminarMe gusta mucho la teoría del neopreno, yo oí una parecida pero con la metáfora de las cintas de cassette. Ya te lo contaré.
Bss
Me ha gustado mucho la última frase.
ResponderEliminarYo, además de que me gusta meterme en otros personajes, también me gusta descansar un poco de mí misma y salir de mi vida; también leo como escape... porque a veces ser uno mismo es agotador!
Ahora estoy de viaje a México con "Todos los hermosos caballos"
Y realmente sólo cuando ocurre eso disfrutas el libro de verdad
ResponderEliminarYo también me apunto a la teoría del neopreno. Y es verdad que, a veces, en los mejores momentos de un libro, dejs de estar leyéndolo y pasas a estar viviéndolo.
ResponderEliminarMe ha encantado esta "teoría del neopreno". Creo que todos leemos (al menos un poquito) por enfundarnos el traje de otro que nos haga escapar de nuestra realidad y vivir otras vidas (como tu blog :D).
ResponderEliminarUn saludo.
Por fin has escrito una entrada que te permitirá comparar tus comparar tus fuentes de tráfico por palabras clave con las de Loquemeahorro - Miss Lisergias.
ResponderEliminarApuestas. La Señorita del Gugle le enviará a su blog si ustez pone:
*"uso neopreno como condón"
*"erotica del buzo"
*"como se llama esa pelicula de unos submarinistas secuestrados en la isla Eolia"
*ulises era drogadicto
*como cocinar una manzana
Y una pa las búsquedas de imágenes:
*"cantante de la chatunga corbata"
y...por qué no!! Al de la búsqueda mítica: "con que material hago un gato con botas" de LoquemeahorroenLisergias ya le podemos dar otra solución ¡Prueba con el neopreno!
¡Bravo!
Muy bueno, Kupka, me estoy riendo (disimuladamente, como Nicole Kidman) porque estoy en el trabajo.
ResponderEliminarY sí, sospecho que sí, que "neopreno" es una buena palabra para búsquedas extrañas, y ya combinado con Ray Loriga... no te digo!
Pues sí, es cierto que un libro realmente bueno, más se vive que se lee. Yo también estoy en México, con Isi, y los equinos de incontestable belleza.
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ResponderEliminarme ha gustado mucho esta entrada Zeberio...yo también leo para tomar el papel de otros y salir un poco de mi propia piel. ¡Es tan bonito poder ser tantos personajes y vivir tantas aventuras y sin salir de casa! ;-) jajaja
ResponderEliminarUn abrazo,
Ale